Es curioso cómo podemos reaccionar a veces... cómo, por más que imaginemos una y otra vez una situación, jamás sucederá como la hemos imaginado. Nunca sabremos qué hacer o cómo hacerlo, pero si llegamos al punto de saber que algo sí tienemos que hacer, eso es un gran paso para afrontar cualquier situación. Algunas de esas situaciones crees que no te sucederán nunca, crees que a tí no te van a pasar, que vives sano y a salvo en una burbuja de hormigón y que vivirás feliz y arrugado hasta los ochenta años. Pero hay situaciones que no son simplemente el titular de una noticia en el telediario de las tres, son situaciones reales en personas comunes en días ordinarios. Personas como yo, como tú, como cualquiera. En mi caso, esas situaciones son casi esperables, no predecibles, pero no hago nada para alejarme de las que son potencialmente "peligrosas". Y cuando decides meterte siempre directamente en la boca del lobo lo mejor que puedes hacer es estar preparado, o al menos intentarlo, para lo que pueda pasar. Hace no mucho tiempo me prometí a mí misma que ningún hombre me haría daño ni dañaría a un ser querido, que estaría preparada para afrontar sin derrumbarme los golpes de la vida y que sería lo suficientemente fuerte como para poder defenderme si se diera el caso. Y ayer pude comprobar que, efectivamente, lo he conseguido. No sé si me siento orgullosa, asustada, preocupada, perdida, contenta o he perdido definitivamente el último tornillo que me quedaba. Lo que sí sé, es que hoy siento una fortaleza interior de lo más enriquecedora.
Este fin de semana Beau Vallon se ha puesto sus mejores galas para celebrar La Regata, viene siendo como una feria de pueblo, donde se concentran muchos puestos de comida y souvenirs en la calle del Bazar, muchas y diversas músicas a un nivel de decivelios que roza lo insano, juegos en la playa, competición de voley ball, conciertos en directo y mucho roce de muslos y miradas coquetas. Todos los locales asisten, nadie parece querer perderse ni un sólo minuto entre las doce de la mañana donde el olor a pollo a la brasa y chutney lo inundan todo, durante la tarde, donde los pequeños barcos de vela se esfuerzan por llegar los primeros y conseguir el primer premio de este año, los vocerios de las mujeres que incitan a que compres una rifa o un boleto de lotería con fines benéficos para las mujeres isleñas que padecen cancer, los coches particulares, cada cual con su más variopinto reaggeton, y la locura de la noche, donde se concentra todavía si cabe más gente entre los puestos de comida y los primeros metros de una playa abarrotada de niños absolutamente alcolizados que disfrutan de los placeres de una vida tropical.
Pero las cosas no son tan bonitas en el paraíso. Las cosas son reales, con las mismas realidades y las mismas oscuras y perversas costumbres que la vida continental.
Sabrina y yo fuimos invitadas a una maravillosa cena en casa de Kaiser y tuvimos el placer de conocer a Phil, un sudafricano de piel clara que aportó a mi vida en unos minutos más de lo que él mismo pudo imaginar, y desató en mí una curiosidad y un deseo de conocer Aldabra más si cabe de lo que esta semana la vida parecía querer enseñarme. Y me vino muy bien, pues fue uno de esos días en los que no me sentía anímicamente bien, donde los recuerdos amargos y la nostalgia por ciertas personas se mezclaban con las nuevas emociones de esta nueva vida, en donde no tienes claro si estás contento, triste, nostálgico o simplemente agotado del trabajo semanal. En un principio nisiquiera me apetecía ir, pero conocer a gente nueva es siempre una actividad que no se debe rechazar. Chris nos recibió con su flamante sonrisa profident. Nos había preparado una comida de ensueño, un pescado que podría haberse confundido con la mejor de las carnes, preparado con verduras frescas y anacardos, ensalada de mango, vinagreta de albahaca, couscous y una fresca y siempre bien recibida SeyBrew. Phil me pareció un hombre encantador, me atrevería a decir que atractivo, moreno, con un acento inglés desconocido para mí pero melódico. Llevaba ropa muy frésca y cómoda, asi como una mirada tranquila y serena. Trabaja en un proyecto con Natural Seychelles, bajo la dirección de Nancy. Están muestreando todo el arrecife de Aldraba y haciendo los censos con turtugas marinas. Ha venido a Mahé para pasar unos meses, en los que espero poder sacarle toda la información posible en cuanto a esa isla. Yo no sé qué pasa con Aldraba esta semana...pero todo gira entorno a esa idílica y virgen isla. Él vivió en ese aislamiento durante casi dos años y a pesar de que la opinión de Kaiser era que cualquier ser humano se volvería loco a los seis meses sin salir de allí, a este hombre se le veía más que encantado, supongo, porque ha aprendido a amar lo que tiene y disfrutarlo. Mientras disfrutábamos de la cena, Phil nos hablaba de las tortugas, de la isla, de ese magnifico oceáno donde puedes sumergirte y encontrarte cara a cara con atunes de más de dos metros que te miran fijamente, donde puedes encontrar nudibranquios de todos los colores, bucear entre delfines que te acompañan en una hermosa danza o tener que salir corriendo porque hay demasiados tiburones a tu alrededor como para sentirte seguro. Una isla en la que sólo viven doce personas, un sitio donde si quieres comer tienes que ensuciarte las manos, sudar e ir a pescar tu comida. Un sitio donde la naturaleza domina al hombre y este debe respetar su equilibrio. Antes de que yo misma me dieran cuenta, mi mente ya se estaba zambuyendo en esas aguas turquesas, aguantando la respiración y buceando entre tortugas y corales. Puede que me equivoque, pero algo me dice que por un motivo o por otro, voy a pasar por alli.
Despues de pasar una estupendísima velada hablando de viajes, de buceo, de gente de todos los paises y colores...nos despedimos para ver si llegabamos a tiempo para disfrutar de las últimas horas de La Regata. Cuando llegamos todos estaban regresando a sus casa o a las zonas de fiesta, notablemente alcolizados, y los puestos estaban recogiendo, asi que lo único que pudimos hacer fue caminar un ratito y decidir regresar mañana por la mañana. Al llegar a casa nos pusimos cómodas y a pesar de ser tarde Sabrina quiso quedarse un rato más en el balcón para trabajar en su webblog. Yo dije un par de veces eso de "me voy a dormir" pero al final me quedé a su lado. Y bien que hice. Eran aproximadamente las dos y media de la mañana, eso es bien entrada la noche aquí, cuando le dije a Sabrina si quería tomar un té, pues yo bajaba a la cocina a prepararme algo caliente antes de acostarme. Una media hora antes nos quedamos sin luz. Nos pareció extraño, pues chequeamos el cuadro eléctrico y todo parecía estar aparentemente normal. Vivimos en una colina en la que no hay demasiadas casas, pero vimos que el resto del vecindario tenía luz. Mi siempre alerta instinto de supervivencia encendió esa bombillita roja que me previene de todo, pero no noté nada extraño o fuera de lo normal (cuando llevas poco tiempo viviendo en un sitio es difícil saber distinguir entre lo que es normal o familiar y lo que es extraño). Así que lo asociamos a un corte de luz por las fiestas, pues ya un par de horas antes la luz había saltado en casa de los vecinos como consecuencia de la locura de consumo energético de la Regata. Fue en ese momento en el que decidimos ir recogiendo y subir a descansar, mientras usábamos nuestros frontales como única fuente de iluminación. Bajé a la cocina, cambié de opinión respecto al té, estaba toda contenta porque por fin había encontrado cacao en polvo, asi que calenté un poco de leche. No llevaba ni dos minutos en la cocina cuando escuché a Sabrina chillar. Yo sóla me moría de la risa pues en las últimas semanas la pobre Sabrina había tenido la mala suerte de estar trabajando con el ordenador, tranquilamente en el balcón, y sentir como alguna araña, cucaracha, gecko o insecto desconocido se le caía sobre el cuerpo o se le enredaba en el pelo, y pegaba unos gritos dignos de película. Asi que, lo primero que pensé fue " madre mía, cómo puede ser que siempre le pase a ella...pobrecilla" y me reía para mis adentros, esperando subir al primer piso y encontrarme a Sabrina fotografiando al nuevo insecto para la colección de visitantes de nuestro balcón. Pero apenas unos segundos tras mis pensamientos, un segundo grito, qué digo un grito, un alarido de lo más escalofriante procedente del primer piso recorrió cada célula de mi cuerpo, dejándome helada, petrificada con los ojos tan abiertos como pude mirando fijamente al cazo de leche y supe inmediatamente que algo, algo muy malo, le estaba pasando a Sabrina. No podría describir lo que sentí. No sé en qué momento dejé de respirar ni cuando el tiempo decidió detenerse, pero de alguna manera subí las escaleras tan rápido como mis piernas me lo permitieron, corrí hacia el balcón y me detuve en seco. Ante mí, en medio de aquella profunda oscuridad, sólo iluminada por la pantalla del ordenador de Sabrina y el frontal sobre la mesa, había un hombre. Durante un milisegundo pensé que podría tratarse de James Mougal, el codirector de nuestro proyecto que muy insistentemente había tratado de llevarnos de fiesta, pues se siente más que atraído por Sabrina y sus preciosos ojos azules, pero en ese mismo segundo me di cuenta que la única forma de entrar a la casa es por la puerta de la cocina donde yo estaba. Sabrina estaba de pie, rígida, pálida y en silencio. Mis ojos se adaptaron a la luz apenas en medio segundo más y pude ver a ese hombre, agarrando a Sab por el brazo, con un cuchillo en la mano, no podía ver bien el tamaño, quince centímetros tal vez, no más, amenazándola. Dejé de respirar. Creo que hasta mi corazón dejó de latir o al menos yo no lo escuchaba. De una forma más que sorprendente mis ojos podían verlo todo a pesar de la ausencia de luz. Esperaba ponerme nerviosa, esperaba empezar a temblar, llorar, gritar o paralizarme, y para mi sorpresa lo que sucedió fue que se me heló la sangre, mis ideas empezaban a fluir en mi mente mil veces más rápido de lo normal, y ya de por sí mi cerebro no descansa nunca. Sentí un instinto casi animal de protección, no iba a consentir que ese hombre tocara ni un solo cabello de Sabrina ni le hiciera el más mínimo daño. Tenía que encontrar la forma de separar a ese hombre y a ese cuchillo de ella fuera como fuera. El hombre empezó a hablar, nervioso, sudando. No estaba borracho, ni drogado. Era un chico joven, de unos 25 o 30 años, unos setenta kilos, metro setenta y algo, de complexion delgada pero fuerte. Pedía dinero, repetía una y otra vez que le diéramos 500 rupias. Le escuchaba, pero como en otra dimensión, estaba absorta en mis pensamientos, moví la cabeza muy rápido pero a mí me parecio todo como a cámara lenta, dirigí mi vista de punta a punta del balcón, buscanto a más hombres, buscando una salida o algo con lo que defenderme. Llevé la cabeza de lado a lado lo máximo que pude hasta poder mirar con el rabillo del ojo el salón, esperando o preparándome para encontrar a otra silueta atacándonos desde dentro de la casa. Escuchaba al hombre diciendo que queria dinero, que le dieramos dinero una y otra vez. No le había visto la cara. Era de piel muy oscura, ojos profundamente negros, pelo casi cortado al cero. Llevaba un polo verde y vaqueros. Había trepado por el tendal, ayudándose de unas escaleras de mano. Llevaba osbervandonos casi una hora o más, en silencio. Él había cortado la luz. A saber cuánto tiempo nos había estado vigilando en la penumbra. Había aprovechado que dejé a Sabrina sóla un momento y por primera vez en la oscuridad para saltar justo a su lado y amenazarla. No puedo más que imaginar con horror el tremendo impacto de encontrarte de repente en medio de la oscuridad y cuando no lo esperas, dos profundos y desesperados ojos mirandote a menos de 5 centímetros, amenazándote con un cuchillo cuando te ves totalmente sola, desprotegida, indefensa y en medio de la oscuridad. Es una mujer valiente, es una mujer increiblmente fuerte, pero aun en estos momentos yo misma no sé cómo habría reaccionado. Ella estaba en shock, no era capaz de reaccionar. No decía nada. Su gesto estaba petrificado y permanecía inmóvil al lado de ese hombre que la sujetaba. Por fortuna chilló, pegó ese desgarrador chillido que alertó a todos mis sentidos de que algo me iba a encontrar en el piso de arriba ante lo que iba a tener que defenderme. Y así fue. Cuando conseguí dejar a un lado la locura de pensamientos que me estaban pasando por la mente, como en un eco ajena a las voces prodecentes del exterior, volví a escuchar fuerte y clara la voz de ese hombre. "Give me five hundred ruppies" decia una y otra vez, y derepente me encontre diciendo un frio y rotundo "no". Y repetí con la misma frialdad "no, no te vamos a dar dinero. Dejala y márchate. Marchate ahora. Voy a llamar a la policia". El hombre se puso más nervioso, se acercó más a Sabrina y pude notar como la pobrecilla contenia la respiración y se tensaban todas las venas de su cuello. El hombre la agarraba más fuerte y se acercaban unos pocos centímetros a mi. Yo permanecía al otro lado de la mesa. Bajo ningún concepto podía permitir semejante abuso. Me invadió un dolor enorme todo el cuerpo, una tristeza, todos esos duros por no decir jodidos momentos que he tenido que vivir durante tantos años me vinieron a la mente, todas esas personas que me han fallado, personas que tenían que haberme querido y estar a mi lado y no estuvieron, personas en las que confiaba y abusaron de eso para herirme...toda esa energía me estaba recorriendo las venas y sólo podía sentir que esto era el colmo, que nadie me iba a putear más y que desde luego, las cosas que están pasando este año, no son normales. Al menos, no tengo la impresión de que las cosas que me están pasando sea el día a día de mis vecinos. Y en ese pensamiento me di cuenta que desde hace dos días tenemos vecinos. Pared con pared, puerta con puerta. Era imposible que no hubiesen escuchado a Sabrina. Dirigí instintivamente mi mirada hacia el balcón de los vecinos, esperando encontrar una cara amiga, una ayuda...algo. Sólo vi oscuridad. Al dirigir de nuevo mi mirada hacia la escena me fijé en el hombre, yo hacia aspavientos tranquilizadores con mis manos, sin acercarme más de lo prudente, y clavé mis ojos en él. Tengo esa cara memorizada centímetro a centímetro en mi pupila. Y me sorprendió muchisimo lo que percibí, no era la cara de un yonki desesperado, era un rostro dulce, una mirada perdida, podría decirse que hasta parecía un buen hombre, se veía debilidad y desesperación en sus ojos. Estaba sudando, temblaba y creo que él era el primero en querer salir corriendo de ese balcón. Pero estoy más que harta de las buenas personas que tiran su vida por la ventana por las drogas, estoy harta de los que empiezan siendo buenos y acaban convertidos en monstruos y de los que un dia como hoy esa accion les pone nerviosos ( a pesar de haber tenido los santos huevos de premeditarla y llevarla a cabo) y en pocas semanas se pierden esos nervios por la costumbre del acto delictivo. Os juro que si ese hombre llama a mi puerta, me dice que está desesperado y que necesita dinero, no sólo le doy 500 rupias, sino 600, le invito a cenar y le hago un bocadillo para el camino. Pero así no, nadie tiene derecho a violar la intimidad de las personas, nadie entra en mi casa asi, nadie amenaza a mis seres queridos, nadie bajo ningún concepto tiene derecho a ocultarse en las sombras y sacar un cuchillo para conseguir nada a cambio. No iba a sentir pena, ni compasión, ni lástima. Ese cabronazo, de una forma u otra, iba a recibir lo suyo o al menos no se iba a salir con su cometido, me costara lo que me costara. Por un segundo pensé si ese cabreo que me estaba abordando me iba a llevar a hacer algo imprudente. Tenía mi puñal en la habitación y el machete en la puerta de la cocina. Jamás me pude imaginar que alguien subiría al balcón, que está considerablemente alto. Pero me pudo la sangre fría. Miré que Sabrina seguía en ese estado catatónico y tan pálida...no quería defraudarla, estaba tan asustada. Cualquiera lo habría estado. Me sigo preguntando qué habría hecho yo en su lugar. El hombre parecía más nervioso aún y sorprendido ante mi negativa de darle dinero. Dinero que le habría podido dar facilmente, pero no me dio la real gana. Le dije una y otra vez "no". Y por un momento, movimiento matrix total, me di cuenta de que los dos ordenadores estaban sobre la mesa, las cámaras y sus objetivos en el salon, mi videocámara subacuatica encima de la mesita...en un minuto ese hombre se podría haber llevado no 500 rupias sino 50 000. Pero ya os contaré un día cómo funciona el lado oscuro de las Seychelles y porqué ese hombre no se llevó nada de nuestras pertenencias. Ante mis negativas y mi cabezonería, el hombre se puso más y más nervioso y empezó a bajar la cifra cual regateo. Decía " dame 300...200...dame dinero, dame dinero..." Yo me había aproximado un poco a ellos, el hecho de que Sabrina simplemente estuviera quieta para mi fue toda una ventaja, pues podía actuar sin tener imprevistos. Pensé en mi puñal, una y otra vez, pero aprendí hace tiempo que tu propia arma en situaciones así se puede volver contra ti, y pensé que no sería buena idea, semejante puñal como el mío, teniendo la casa a oscuras y un hombre desesperado que ni él mismo sabía qué estaría dispuesto a hacer por conseguir ese dinero. Asi que al final vi que la única forma de separar a ese hombre de Sabrina era atrayendolo hacia mí. Asi que le dije "¿quieres dinero? ok, ven, tengo dinero arriba, yo te doy el dinero si te vas." Pero lo dije sin moverme de donde estaba, asi que el hombre avanzó con Sabrina hacia mí, pero en un momento, entre la mesa y la neverita que hay en el balcón, que no es más de 30 o 50 cms, donde sólo pasa el ancho de una persona, el hombre avanzó hacia mí sin Sabrina. Me agarró el brazo, donde pude fijarme bien de nuevo en sus ojos, no era capaz de soportar que yo le mirara a los ojos tan fijamente. Se volvió un segundo, pero un segundo, para ver qué hacia Sab (que la pobre seguía de pie a un metro de nosotros, donde se había detenido). Nisiquiera ahora que lo pienso detenidamente, repasando cada detalle, viendo las cosas a cámara lenta, puedo encontrar explicación a lo que hice, pues hacia varios minutos en los que había dejado de pensar y sólo actuaba. Tan pronto ese hombre me dio la espalda durante un segundo, pero un simple y rápido segundo, pensé que por mi complexion, el músculo que creo tener y ejercitar, y los dichosos diez quilos que he engordado este último año, yo podía placar a ese hombre y desarmarlo. Y no había terminado de calcular si con mi peso podía tumbarle o no, cuando ya estaba, muy rápidamente, agarrandole los dos brazos a la altura de la clavícula y haciendo palanca con todo el peso de mi cuerpo hasta que los dos nos desplomamos. Me agarré a él como una garrapata, por supuesto todo el peso de su cuerpo cayó, como yo quería, pero cayó sobre el mío y sentí todas las tablas del suelo clavadas en mi espalda. No veía nada, no veía a Sabrina ni lo que estaba haciendo. Intenté agarrarle el cuchillo y me di cuenta de que ya no lo tenía en la mano, lo había soltado al caerse, pero no podía verlo, en realidad no podía ver nada. Podía haber caído al jardín o estar en cualquier parte del balcón, no me importaba, porque noté como el hombre se levantaba estrepitosamente mientras yo le golpeaba como una loca y le empujaba y porfin sentí a Sabrina gritando conmigo "¡¡fuera, márchate, llamamos a la políca, márchate!!" y lo hicimos de una forma caótica, gritando como locas, aturdiéndolo, empujándolo. Él se levantó como pudo, tropezando con las sillas, dirigiéndose hacia la barandilla. Me sentía bien porque ví a Sab reaccionar, sólo quería abrazarla fuerte y decirle que iba a cuidar de ella, pero en medio de ese caos lo único que hacía era gritarle a ese capullo a ver si se quedaba sordo. Tan pronto ese hombre se agarro a la barandilla e intentaba escrudiñar la oscuridad para agarrarse a algo y descender por donde había subido, le agarré las manos para que dejara de agarrarse, perdiera el equilibrio y se cayera, el cabronazo clavaba las uñas como si le fuera la vida en ello, y en cierto modo era asi. Le empujé por los hombros y Sabrina hizo lo mismo, le golpeamos sin parar y a la vez que Sabrina le empujo yo aproveché para despegarle su sudorosas manos de la barandilla y se precipió "al vacío". Debe haber unos 4 o 5 metros de altura. Intento no tener malos deseos contra nadie, pero mentiría si dijera que no deseé que se partiera una pierna. Hay una parte del jardín que tiene cemento y él cayó justo entre el cemento y el césped. No se rompió nada,creo, al menos tras un gesto que pude atisvar entre la oscuridad y unos finos gemidos de dolor, se levantó tan rápido como pudo y salió corriendo.
Vi a Sabrina, la abracé y le pregunté si estaba bien. Por supuesto estaba asustadisima, como yo. Yo estaba más prepleja que asustada. Sali corriendo a la habitación a por mi puñal, miré cada centímetro del tercer piso por si algo no encajaba, volví a bajar, le di el puñal a Sabrina, corrí a la cocina y cogí el machete, abrí la puerta, y por primera vez, ante toda la oscuridad del jardín, me temblaron las piernas. Alumbré todo el perímetro de la casa para comprobar que no estaba aún allí. A medida que me alejaba de la puerta se me aceleraba el pulso. Pensé en coger un palo o la porra que Harry nos dio y tenemos escondida en la cocina. Me acerqué al coche y vi que estaba bien. Volví corriendo. Cerré la puerta con llave y la bloqueé con una silla. Corri a junto Sabrina. No podría describir en menos de docientas páginas las cosas que se sienten en ese momento. Yo seguía sorprendida por mi sangre fría, por que me importaba una mierda lo que sentía yo y sólo me preocupaba proteger a Sabrina. Pobre, se la veía aterrorizada. Es fuerte, pero ese susto no lo soporta cualquiera. Nisiquiera lloramos. A los pocos minutos ambas nos dimos cuenta de las ganas de vomitar que sentíamos. Nos encerramos cual bunquer en casa. A salvo. Hablamos unos minutos, horas, no sé. Decidimos llamar a Chris. A partir de ahí todo se convirtió en un caos de llamadas de teléfono, policias, comisarias, descripiones, identificaciones...y nuestros vecinos...que ahora sé que lo habían escuchado todo, dicidieron quedarse en cama pues no estaban seguros si los gritos de pánico eran procedentes de nuestro balcón o de la casa de al lado...No escribiré nada sobre ellos, pues sería envenenarme aún más, y es algo que estoy intentando digerir, como se puede ser tan "humano":
Pasamos las noche juntas en mi habitación, sin dormir, sin descansar, pero deseando poder cerrar los ojos y que nada hubiera pasado. Era agradable sentirse seguro y en compañia, sobretodo de alquien que te quiere y yo ya quiero a esa chiquilla con toda mi alma.
Pasamos las noche juntas en mi habitación, sin dormir, sin descansar, pero deseando poder cerrar los ojos y que nada hubiera pasado. Era agradable sentirse seguro y en compañia, sobretodo de alquien que te quiere y yo ya quiero a esa chiquilla con toda mi alma.
Esta mañana, entre muchas otras caóticas y policíacas actividades, tuvimos que ir a comisaria a ver durante horas cientos y cientos de fotografías de criminales. Así como iban pasando las imágenes mi corazón se iba encogiendo, esas miradas, perversas, duras, perdidas, algunas hasta cínicas, otras sonrientes, burlonas, pero en la mayoria de ellas habia maldad, una maldad escalofríante. Unas ganas de llorar me invadieron por completo y en un momento Sab me abrazó y sin decirme nada estoy segura de que ella sentia lo mismo. No sentí el miedo viendo esas fotrografías que sentí en el asalto a nuestra propia casa, sentí más. Sólo quería pedirles que pararan, esos rostros, esas fotografias de personas que parecían despojos de la humanidad, sobre ese fondo blanco y negro, numerado, con su ficha, casi todos parecían yonkis, la típica imagen de mala persona, con eccemas en la cara, cicatrices, sucios, muchos de ellos con rastas, con todo tipo de rasgos, mezclas de todas partes...pero los peores eran aquellos que parecian y de echo lo hacían, llorar en la fotografia, aquellos que en su mirada aún se veía que eran conscientes y se sentían culpables. Algunos con remordimientos. Y niños...había muchos niños...no podía ver más esas fotos. No sé cuántas fueron, pasamos dos horas en la comisaria viendo fotos, teniendo que forzar el recuerdo a más no poder para no olvidar cada detalle, pero el problema era que al ver tantas caras el propio recuerdo se estaba desvirtuando, y bajo ningún concepto quería acusar a nadie inocente. No encontramos al hombre que nos atacó. En realidad la última media hora de reconocimiento sólo queria llorar e irme de alli. Sabrina hasta deseaba que nos fueramos a subir esas colinas diarias de trabajo para hacer como que era un día normal. Caminamos por la playa hasta calmarnos. Se veía tanta alegría en la fiesta. Y nos perdimos hablando del mar, intenté animar a Sabria a hacer un bautismo de buceo, engancharla al submarinismo y que podamos irnos las dos a descubrir las maravillas del arrecife...y asi nos evadimos. Al voler a casa Sabrina descansó un rato y trató de entretenerse, no volverse paranoica y hacer las cosas del día a día. Yo hice lo que mejor sé hacer para relajarme que no tenga que ver con el mar: me puse a cocinar, una hora, más tal vez, entre tomates y papayas repasaba cada detalle de lo sucedido y esperaba que Sab no tuviera problemas para seguir viviendo en esa casa, que no le cogiera miedo a vivir solas o que ese pequeño accidente no estropeara todo, accidente no aislado ni atipico, pues como nos dijo el propio jefe de la policia secreta de las Seychelles, y cito: ¿paraíso?¿ qué paraíso? Aquí el único paraíso que existe está en la mente de los europeos y en las fotografias de las oficinas de turismo. Puede que para vosotros esto sea el paraíso, nuestra naturaleza...nuestro mar...eso sí es increible, pero la realidad de esta isla es algo muy distinto a lo que un puñado de grupis y yankis ven en sus 15 días de resort todo incluido, su zumo de papaya y su crema solar. Esto no es el paraíso, esto es el infierno para quien lo tiene que vivir día a día. Y yo lidio con ello día a día": Ya os dije, que el mundo que os transmito es hermosisimo porque es asi como yo lo quiero ver, esto es el paraíso en la dimensión en la que yo lo estudio y trabajo con él, pero que le sonría a la vida no quiere decir que la misma no me dé motivos para llorar, ni que no supiera a dónde me venía a vivir.
A pesar de todo, ha sido una increíble y extraordinaria experiencia. Pudo haber sido muchísimo peor, su final pudo haber sido muy muy distinto y ahora mismo no estar escribiendo estas líneas. Me siento muy bien por haber reaccionado tan rápido, por la confianza de Sabrina en mí y por haber podido ayudarla cuando me necesitó. No será la última vez que nos suceda, habrá más, y después de este pequeño incidente, sé que estoy preparada para reaccionar aún más rápido y más friamente. Todo esto es muy triste..cómo las personas se destruyen día a día sin ver toda la belleza que les rodea, y aqui si cabe todavía más...es en estos momentos cuando echo de menos a esas personas que ya no están, a una madre a la que llorarle al hombro o a un novio que me abrace fuerte y preocupado por si estoy bien o no. Por suerte os tengo a vosotros y por lo visto, a base de tortas, la Paolita Croft se está convirtiendo de verdad en un peligro andante. Creo que como mi vida siga asi, no tendré para un libro, voy a tener material para cinco enciclopedias. En fin, las aventuras de Sabrina Jones y Paola Croft continúan...
Viva la Paloe Vida!
Viva la Paloe Vida!
Madre mía... Sí que tuviste sangre fría Pao. Y es cierto que a base de palos y expriencias duras aprendemos a reaccionar... Y tanto... Ains... Cuídateeeeeeee!!
ResponderEliminarOrgulloso de ti no...lo siguiente!!!!!
ResponderEliminar¡pero si yo ya me cuido! es que no me dejan...no sé si es para estar orgulloso o para preocuparse por mi demencia, la verdad jajaja
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