martes, 23 de octubre de 2012

Un paseo por la Ría


   

         
El valor de la AMISTAD no tiene precio.
A veces las historias más fascinantes son las que simplemente narran los acontecimientos de nuestras sencillas y peculiares vidas. Es muy probable que la mayoría de los que estáis leyendo estas líneas hayáis estado enamorados alguna vez, o lo estáis en estos momentos, y se notará porque estaréis dibujando una pequeña y pícara sonrisa que pretende pasar desapercibida entre el texto y que sin embargo, debería ser mostrada por todo lo alto, pues no hay fuerza más grande que aquella que nos empuja a hacer las cosas más hermosas e inolvidables de nuestras vidas. El día que nos demos cuenta de que al dejar de vivir enamorados, borrachos de la alegría, de dar y sentirse felices por dar, por hacer sonreír al motivo de nuestro insomnio, al nuevo argumento de nuestros sueños, a quién nos hace levantarnos como si cada día fuera el primero... y el último...esa sonrisa...esa sonrisa no se esconde. Todos seremos más felices el día que aprendamos a sostener ese sentimiento con manos firmes y hacer que nos acompañe allá donde vayamos y pase el tiempo que pase. Y yo a falta de un amante tengo un amor: el mar. 
       
 Es fascinante descubrir con asombro como, a veces, son los auténticos desconocidos, incluso aquellos que creímos rechazar, por un motivo u por otro,  los que se convierten en personas claves en nuestra vida o al menos le darán un revés al curso de los acontecimientos que nos dejará estupefactos. Y esa fue la emoción que yo he vivido este año al verme en un callejón sin salida, sin demasiadas puertas que abrir para salir del paso y encontrarme con una luz al final del túnel, una lucecita llamada Teté, una mujer, una madre, una esposa y todavía mejor amiga. Un ejemplo de fortaleza que a mí me hizo temblar las piernas y la dueña de un corazón que traspasa lo humanamente posible. Ella me dio un hogar y cuidó de mí, sin preguntar, sin pedir explicaciones,  nisiquiera sé cómo, pero se ha anclado bien a mi futuro. Es reconfortante encontrar personas que tengan todavía un concepto tan grande de la lealtad. Por suerte aún quedan algunas.

Las tres Marías
El último mes en España se podría clasificar como caótico, pero no por papeleos, maletas o preparativos. Hice la maleta 5 horas antes de subir al tren y sinceramente, casi casi subo al tren sin maleta, lo puesto era más que suficiente. Decidí pasar los últimos días por todo lo alto, estrujar cada segundo y los que los vivísteis conmigo creo que lo disfrutásteis tanto como yo. Creo que fueron los quince días del rafting, curso de buceo, kayak, curso de vela, ultimas vías en el Galiñeiro, cenas de despedidad y fiestas de disfraces, compras, visitas a todos los pedacitos de corazón que tengo esparcidos por las Rías, regalos, sorpresas, escribir cartas, helados, fiestas, conciertos, festivales, paseos al atardecer, baños desnudos en Samil, pozas y termas, pinchos, cañas y chupitos...y abrazos, montones de abrazos (y alguna lágrima que me ha llegado a los más profundo, mi Jay). 

Con mi fuente de cariño ( y su coca).
Por no hablar de las hermosas palabras que el mismísimo Maradona me dedicó y casi me hacen llorar como una madalena. Y el carnaval...menudo carnaval...gracias chicos. Y después de ese mes de locura, risas y buenísimos momentos, vino el grandullón y me regaló la mejor despedida que jamás podría haber imaginado. 
Después de una noche buscando a Paris Hilton con Fifí como la mejor compañía de la noche, jugadores de futbol puestos de coca hasta las cejas y un buzo que había perdido la termoclina y el Norte, al ritmo "booooooooooooombaaaaaaaaaaa" (chicos, lo veais por dónde lo veais, es horrible) volvimos a casa con la sensación de haber pasado no sólo una noche, sino una de las mejores semanas de mi vida. 

 



Muy metidos en el papel...

Los Pop Start VIP
Desconozco qué hora era, pero recuerdo que no pasaron más de dos horas entre el momento en el que me saqué los tacones y una vocecita me dijo "Pao, si quereis ir en el barco, el padre de Luisma está ya en el pantalán". Mi falta de hábitos alcohólicos y las horas de sueño pendientes, me hicieron percibir la voz Teté como un ánima de otro mundo. Pero unos segundos después de que mi perra me recordara a golpe de babas que ya había salido el sol, me di cuenta de que era el gran día. Nos íbamos de paseo todo el día en el preciosísimo barco del padre de Luisma. 


Luisma...al que me costó horrores despertar jajaja es que no se puede ser de hábitos nocturnos. Y todo esto dos días antes de volar...






Efectos de la lipotimia...yo dije que no podía ser bueno...
Divinas de la muerte.


Todavía buscando yo también dónde estaba mi Norte, recordé a Iván. No sabía si venía o no, y mi falta de móvil o teléfono sé que dificulta estas cosas. Así que el suyo hizo que todo fuera más fácil, mail y todos listos. No conseguí llevármelo a remar, pero no podía premitir que no me acompañara en este día de felicidad. Y como era de esperar, allí estuvo. Porque él siempre está ahí.

El barquito.
Bajamos a la Marina donde la brisa ya nos iba espabilando un poco. Cansancio...me preguntaba si en vez de llevar el barco a Cíes nos íbamos a ir para San Simón. Estaba todo preparado, sólo había que izar las velas y todo el mar para nosotros. Dónde se habían ido mis lecciones en los tiempos del PER.. No había reloj, se apagaron los móviles (no todos...muy a mi desacuerdo) y no había prisa por nada ni nadie nos estaba esperando (en realidad yo tenía una preciosa cena pendiente, pero en ese momento, nada me hubiese bajado de ese barco, nada). No sonaba un motor, nadie elevaba la voz, solo el sonido de las olas contra el casco. La primera vez que vi el barco me quedé sorprendidísima. No me lo esperaba tan grande. No sé cuántos metros tendría, siete, tal vez diez, pero yo he vivido en casas más pequeñas sin lugar a dudas. Se veía cuidado y mimado, y se sentía que era la libertad del capitán, que a saber cuántas horas habría pasado en soledad en esa cubierta, absorto en sus pensamientos e inquietudes.


Parando el tiempo...


El Barquito Chiquitito


 
Paloe Vida!
En una travesía siempre encontrarás miradas perdidas al infinito océano, que te apetece interrumpir por algún comentario puntual, pero que por otro lado respetas, pues al mar se le habla con la mirada y el te responde con la brisa ¿Quién no ha sentido alguna voz como respuesta a sus pensamientos en un día de invierno cuando sopla el viento y parece envolverte? Lo que se le confiesa al mar, el mar lo guarda para siempre. Puede que sea su inmensidad que nos hace sentirnos infinitamente insignificantes, puede que sea toda esa energía cinética que nos electrifica, puede que sea la fuerza de la vida que alberga, puede que sea su olor, su color, su sabor...puede que sea todo y nada, pero los que hemos vivido toda nuestra vida envueltos en la salitre del viento ya no podemos vivir sin ella y nos falta, nos falta algo muy grande cuando no podemos sentirlo cerca.





Me encantó que me dejara llevar el timón, al menos para ser consciente de lo sensible que es y delicado a la vez. Salimos de Marina Davila y pusimos rumbo al otro lado de la Ría de Vigo. Sólo nos condicionaba el tiempo (atmosférico). La mañana no prometía demasiado, el cielo gris, como un buen cielo gallego, pero la tarde fue fantástica. Un cielo despejado, el calor que tanto echábamos de menos por las lluvias hasta picaba un poquito la piel y las playas estaban vacías. Pasamos Cabo Udra, Cabo Home... Todos al agua a bucear, mientras el capitán aprovechaba para prepararnos una riquísima sopa de marisco y luego darse un baño como Dios lo trajo al mundo. Como debería ser siempre. Iván y su monoaleta son algo fascinante. 

Retales de un día de Sol.
      
Me senté en la Proa, casi podía tocar el agua con la punta de los dedos. Tenía metida en la cabeza la cancion "Una Mattinna" de Ludovico Einaudi, y me parecia sonar una y otra vez al ritmo del balanceo del barco. Veía a Iván perdido en sus pensamientos, seguramente imaginándose al igual que yo, un día, tener un barco y poder salir a navegar, así sin más, sin más necesidad que de nosotros mismos y buena compañía.

Nuestra pequeña pero gran tripulacíón.

Tan sereno...acostumbrada a verlo como un ejemplo de superación en sí misma cada día, del trabajo por pasión llevado al extremo y hacer la eficacia laboral bailar en la misma balanza que el afecto...verlo así me llenaba de paz, me hacía dar gracias a la vida por haber puesto en mi camino a esa grandísima persona, que le ha dado un matiz nuevo a mi concepto de amistad, de lealtad verdadera, del estoy aqui para tí siempre, y siempre lo ha estado. No me imagino las mañanas sin nuestros cantos de buhítos ni una tarde sin insistirle para que me acompañe a pasear. Gracias Iván por ser tan buena persona y no perder la esperanza de que no todo se vaya al garete. Te digo yo que hay mucha buena gente por el mundo.

No hay nada en el mundo más bonito que las sonrisas de verdad, como ésta.
Y así, cada cual, pensando en sabe Dios qué, nos quedamos en silencio por momentos, alternados con risas y burlas, juegos y empujones por la borda. Mientras me daba cuenta de que al final, el grandullón se ha ganado a pulso mi corazón y que le acabaría echando de menos. Volvimos al puerto cuando al atardecer las nubes nos avisaban de que el sol no iba a quedarse por mucho tiempo más en el cielo y  bien que hicimos, pues escapamos del chaparrón. 

Soñando...
El capitán y su grumete.
Just relax
Fue una mezcla extraña de sentimientos. Justamente en esos últimos quince días había conseguido que mi vida volviese a llevar el rítmo de alegría y momentos inolvidables que me gusta mantener. Y ahora hasta tenía un barco para salir a navegar cuando quisiera...tenía una casa reconfortante y llena de amor y amigos que se habían esforzado (y se esfuerzan) en que no olvide mantener esa sonrisa petarda que tengo. Y me di cuenta de que en unas horas ya iba a estar lejos de todo esto, muy lejos, y con la impresion y casi seguridad de que pasaría mucho tiempo antes de volver. Necesitaba irme, lo necesitba de verdad y me sentía feliz por haberlo conseguido. El capitán me dedicó unas palabras, que por su belleza me las voy a guardar para mí. pero fueron preciosas. Nadie es tan fuerte como para no echar nada de menos. Y yo a mi mar, lo echo de menos.




Hombre a la deriva.



Otro que sueña...


Iván, ¡mete tripa!

Fue un día magnífico en el que creo todos hicimos más fuertes nuestros lazos y yo conseguí irme de mi Tierra con una gran sonrisa. Y la noche, a pesar del tremendísimo cansancio, fue, sin duda, la perla para terminar el día maravilloso que viví. Gracias Javi. Ojalá tengamos más días así todos juntos.

Todo barco que se precie debe llevar a su sirena en Proa ...
     

sábado, 20 de octubre de 2012

Kayakeando




Últimamente, y como viene siendo normal, he leído en muchas conversaciones y mensajes "¿morriña?","¿Nos echas de menos?","¿No echas de menos España?" y otras por el estilo. Siento decepcionar a casi todos con mi serio y rontundo "no". No puedo echar de menos nada...lo bonito y querido me lo he traído en el corazón, las personas que me quieren estoy segura de que me quieren aún más y estarán contentas de tener un descanso de mis "revoluciones" y de la cotorra que no se cansa nunca. Y era casi una necesidad fisiológica mi cambio de aires. Lo bonito de vivir en este planeta, es que cuanto más te alejas de tu casa, inconscientemente te estás acercando, por el otro lado, asi que a disfrutar de las vistas durante el viaje y de las increíbles personas que sin duda te acompañarán en él. Pero sí hay algo, además del tremendo dolor y nostalgia por ese ser peludo que es lo más grande que tengo y he dejado en buenas manos, algo que echo de menos, no sé si quiera si es algo, es una sensación de libertad diferente, es algo que era mío y sólo mío, algo que poder compartir y que estaba al alcance de todos y pocos lo disfrutaban. Ese kayak, mi tanque bautizado por Portela, mi rompeolas, mis tardes de frio "e borraxe", el sabor a sal en los labios y la punta de la nariz congelada. Llegar a casa cada día después del trabajo, cargarlo a mis hombros, arrastrarlo hasta la orilla y simplemente remar, remar y remar. Rumbo a Cíes, Cabo Silleiro... Mis Estelas...algún día les cambiarán el nombre por mí. O deberían. He pasado en esas islas más horas que cualquiera y por más bonitas que sean las Seychelles, esas islas son un tesoro si sabes apreciarlas. Echo de menos esas tardes de remo y risas, esas tardes a la deriva de conversaciones de peregrullo con Xose Antón con unas frías cervezas y unas mentes confusas que necesitan soltarlo todo para ver un poco de luz.  Las tardes de percebes, nécoras e centolos. A Clem y Magalí y nuestros erizos de mar. Esas increíbles puestas de Sol de invierno, con una luz diferente y ese Faro das Estelas furioso en invierno. Esos días de locura atrapando olas y viendo desaparecer los Kayaks entre la espuma...y el latido frenético de mi corazón al perder a Portela entre la bruma. No es un trozo de plástico, es un medio de evasión, el mejor psicólogo y mi barquito chiquitito. Que alguien lo empaquete y me lo envíe. O Iván puedes venir remando...lo comparto para aquellos que no lo conoceis.


Photo Gallery: Seychelles Wildlife



            No hay mejor forma de transmitir lo que mis ojos ven cada día que con una selección de las mejores fotos que estamos haciendo por aqui. Espero que las disfrutéis tanto como yo.